Escrito por Elvira Callejo Giménez, médico de familia y presidenta de Socalemfyc

@ElviraCallejo

Desde que volví de disfrutar unas estupendas vacaciones con mi familia, estoy dando vueltas a la idea de compartir los sentimientos que este período me produce desde hace unos años.

No hablo como presidenta de la Sociedad de Médicos de Familia de Castilla y León (Socalemfyc), sino como médico de familia comprometida con su profesión y la salud de sus pacientes.

El presupuesto de Sanidad se ha recortado desde 2009 hasta 2014 en el Sistema Nacional de Salud en 7.259,544 millones de euros (un 11,3%), siendo la partida más afectada el gasto de personal (más de  3.000 millones de euros reducción). No voy a insistir en el hecho de que este recorte en personal ha sido mucho más intenso en atención primaria (15.5 %) quintuplicando el realizado en atención hospitalaria (3.1%); a pesar de lo cual, desde el año 2013, el gasto en personal de atención especializada crece cada año, mientras que en atención primaria, esta partida sigue decreciendo año tras año sin excepción desde 2010, y parece que  dicho descenso aún no ha tocado fondo.

Quiero contar lo que siento como médico de familia, enamorada de su trabajo y orgullosa de su especialidad.

Hasta hace un tiempo, cuando llegaban estos meses estivales, el ritmo de trabajo se reducía un poco, y eso nos permitía realizar esas tareas que durante el resto del año se iban posponiendo: “arreglar la consulta”, revisar y archivar la documentación que había ido llegando, actualizar y revisar las historias clínicas, tirar gran cantidad de información que se había ido acumulando y, porque no decirlo, también nos permitía mejorar las relaciones entre el equipo, porque disponíamos de algo más de tiempo para relacionarnos entre nosotros. Cuando me marchaba, dejaba instrucciones por escrito a mi sustituto de todo aquello que me podía preocupar en mi ausencia: los pacientes terminales que había que seguir acompañando, los pacientes más complicados, los que estaban pendientes de resultados de pruebas que yo había pedido, etc. Aunque en la mayoría de las ocasiones, ese sustituto ya había venido al centro a informarse personalmente, a conocerme, a conocer mi forma de trabajar.

Tras el descanso, me incorporaba con ganas, a un trabajo que me encanta, con un cupo, mis pacientes, que había estado bien atendido, y también encontrándome una lista de las cosas más relevantes que habían ocurrido en mi ausencia, los pacientes a los que debía revisar, etc, para ponerme al día.

Hace años de esto….

Ahora, el verano, las vacaciones, las esperamos con absoluta necesidad (porque el trabajo ha aumentado), pero también con incertidumbre. Las semanas previas a las vacaciones, cuando consulta un paciente que me preocupa, que va a necesitar un seguimiento cercano, me provoca angustia, porque desde que no se contratan sustitutos, no tengo recursos para hacer este seguimiento. No sé quién lo va a atender y no sé cuándo lo van a poder ver. Mis compañeros se “reparten” los pacientes más urgentes, sobrecargando sus agendas. Los otros pacientes, más “pacientes” van a esperar a mi vuelta, así los estudios se alargan, los procesos a veces, se complican…

Cuando vuelvo de vacaciones, algunos ya están esperando, así que mis citas se demoran varios días, y hay que atender a los pacientes más urgentes de los compañeros que ahora inician su descanso. Durante el verano tengo más horas de consulta, más pacientes por día, menos tiempo por paciente, más agobio en el trabajo, más insatisfacción y preocupación cuando llego a casa….

Nuestros gestores nos instan a organizarnos mejor para evitar demoras y falta de citas. Pero como dice la sabiduría popular, “de donde no hay, no se puede sacar”.  Estamos sobrecargados desde hace años, más en los últimos años, y más cuando hay que cubrir ausencias. No hay forma de que salgan las cuentas para realizar más trabajo con menos profesionales.

La drástica disminución en la contratación de sustituciones (prácticamente suspensión total en muchas zonas) ha supuesto una reducción de plantilla efectiva de más del 10 %. De los 247 días laborables que tiene el año, se sustituían por contrato programa los 22 de vacaciones reglamentarias y los 6 días de libre disposición.  Ahora hay 28 días por cada médico en que no hay médico: 28 de 247. Lo dicho, más de un 10 % de la plantilla.

En estos 5 años en que no se sustituye a los profesionales, los médicos que esperaban pacientemente a que se les ofreciera algún contrato, aun sabiendo que las condiciones solían ser malas, han tenido que buscar otras formas de sobrevivir. Algunos se han marchado fuera, otros han empezado otras especialidades. El día que se quiera recurrir a ellos, ya no estarán.

Pero esto ya lo hemos dicho muchas veces en muchos foros.

Lo que yo quería aquí, es mostrar mis sentimientos, mi angustia, mi tristeza, mi preocupación, y el cansancio a la que esta situación me ha llevado.

No obstante, delante de cada paciente recupero la ilusión por el trabajo que elegí para dedicar mi vida laboral y no pierdo la esperanza en que algún día esto podrá cambiar y podré ser el médico de familia que soñé ser y para lo que me preparé.

Sigo sintiéndome orgullosa de ser médico de familia.

 

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